Si habéis pasado en alguna ocasión por la calle Rufas, seguro que os habéis fijado en un taller de orfebrería que desde 2020 abre sus puertas en esta calle peatonal que comunica el Coso con San Miguel. Un taller en el que la creatividad y el diseño se hacen realidad, y del que surgen las creaciones del que hoy es el protagonista de nuestro reportaje: Fernando Piró.
Fernando tiene un sentido estético único, y eso se plasma no solo en sus creaciones joyeras, sino también en la casa que comparte junto a su mujer, Begoña Ruiz de Temiño Bueno, y sus hijas. Ambos me abren las puertas de su casa. Una casa que es muy como ellos, una casa muy vivida, muy visitada por los amigos. “Es una casa abierta, muy sobada, porque somos familia numerosa, y muy disfrutada, porque hemos disfrutado mucho haciéndola, aunque todavía está en proceso de construcción. Llevamos viviendo aquí diez años, pero aún faltan cosas por terminar”, explica Fernando.
La casa es amplia, luminosa, y denota que la habita gente creativa: “Es una casa ecléctica, un poco como es mi estilo, y el de mi estudio”. Está pensada en tonos serios, oscuros… porque en nuestra casa anterior predominaban los colores caribeños, con colores muy vivos. Habíamos estado viviendo en Puerto Rico, y nos trajimos el colorido de allí a nuestra casa aquí. Pero en esta casa, queríamos dar un aire nuevo”, señala Fernando.
La casa está pensada para acoger a una familia grande, y está llena de piezas muy especiales. “Hay de todo, porque soy muy zarriero. Hay cosas compradas, cosas restauradas, cosas encontradas, cosas recicladas… Hay mucho objeto heredado, obras de artistas a los que yo llamo emergentes, porque no se sabe si van a llegar a ser algo… hay de todo, mucha mezcla.”, afirma Fernando.
Como no podía ser de otra manera, en la casa de un artesano orfebre, hay una parte importante de diseño “me gusta mucho el diseño italiano, y ahí por ejemplo tenemos dos butacas hechas por un artesano que se inspiran en un modelo de Cattelan. El arte también tiene mucha importancia en la casa. En la zona de estar, destacan piezas como una preciosa imagen del interior de la Estación de Canfranc del fotógrafo Andrés Ferrer, o grabados de Philippe Laffont, “un artista radicado en Hendaya que trabaja en todo el mundo y que por aquí viene cada 2 años. Tiene grabados de ciudades, de puentes… tiene una obra global que es una auténtica maravilla”. Fernando también destaca la presencia de cuadros antiguos sin restaurar, como una obra de gran formato del siglo XVIII, además de “dibujos de mi familia, de mi padre, de mi abuelo…”, o una litografía dedicada de Sor Isabel Guerra, “porque he tenido el honor realizar trabajos para ella”.
En el conjunto, podemos ver piezas y mobiliario de las distintas tiendas que ha tenido Fernando Piró, y que ahora encajan a la perfección en esta casa, junto a piezas de cerámica recuperada por la familia, piezas de viaje, o un mueble de Chus Martín pintado por ella. En ese momento, Begoña apunta a la mesa de centro de la zona de estar. Una pieza muy especial que “realmente, es la puerta de una alacena de un palacio de la Iglesuela del Cid. Fernando hizo el diseño, muy sencillo, ya que queríamos que la puerta destacase. Tan sólo queríamos limpiarla, no restaurarla, y después, le metió un sobre de cristal en medio para enlazar la puerta con ese baúl que cierra la pieza”, explica Begoña.
La casa se ha pensado para recibir. Y eso se nota tanto en el ambiente como en el diseño. La zona de comedor se articula en torno a una mesa extensible cuadrada diseñada por Fernando, y fabricada por un artesano de Valencia, complementada con un gran armario vajillero lleno de preciosas piezas de porcelana. “He descubierto en los últimos años el placer de poner mesas. A Begoña le encanta la cocina, y cuando está dentro cocinando, le gusta salir y ver cómo pongo la mesa”.
Precisamente, la cocina, con el office, es una de las zonas más vividas de la casa. “Se nota las cocinas en las que la gente cocina. Y aquí, cocinamos mucho, y por eso hemos buscado una cocina muy funcional en blanco y negro”, explica Fernando. Adjunto a la cocina, se encuentra el office, en el que se desarrolla buena parte de la vida en casa entre semana, apunta Begoña. En esta estancia destaca una obra del artista Jesús Sanz.
En la planta de arriba hay una estancia que nos sirve de sala de estar, y en la que “nos gusta juntarnos los fines de semana a ver la televisión”. En esta estancia hay una gran biblioteca, que denota la pasión de esta familia por la lectura. También hay una terraza, que “nos dio la vida durante el confinamiento”, y una pequeña zona de trabajo en la que Begoña pudo teletrabajar durante los meses de encierro a causa del virus.
Una conversación en torno a la mesa: más de 20 años de carrera como orfebre
Tras recorrer la casa y hablar de decoración, arte y tendencias entre otros muchos temas, Begoña y Fernando me sorprenden con una comida servida en esa mesa que ha vivido tantos momentos felices. Ya sentados, y con porcelana bonita de por medio, Fernando habla de su profesión: “Llevo con mi negocio instalado aquí desde hace más de 20 años, aunque mi pasión por la orfebrería viene de mucho antes, ya que mi familia se dedica a la orfebrería tradicional religiosa y civil desde hace más de 100 años en Valencia. De hecho, mi padre estuvo nominado a los Premios Nacionales de Artesanía por la Comunidad Valenciana”.
“Y yo, tras experiencias laborales en el extranjero, y habiéndome formado en escuelas y en el taller de mi familia, decidí continuar con la tradición familiar montando aquí mi taller”. En ese momento, se gira hacia Begoña, y prosigue “Begoña, mi mujer, fue una pieza fundamental para lanzarme en este proceso, sin duda, es mi gran apoyo y la que me ha ayudado a dar los pasos necesarios para seguir adelante”.
La imagen de la Virgen del Pilar, un punto de inflexión en su carrera
Si hay una pieza que ha marcado la carrera de Fernando, esa ha sido la medalla de la Virgen del Pilar. Porque aunque ahora está muy extendida la imagen de la Virgen de diseño contemporáneo, lo cierto es que este orfebre fue pionero en la apuesta por modernizar la imagen de la Virgen del Pilar y plasmarla en una pieza joyera. Y no es que lo diga él, que suele pecar de una tremenda humildad, es que yo mismo pude vivirlo de primera mano hace bastantes años ya. Concretamente, en la época de la Expo del Agua, yo colaboraba en ‘Aragón EnPortada’, una revista en papel que dirigía David Rey, y en aquel momento y gracias a esta publicación en la que yo escribía de tendencias, fue cuando conocí a Fernando a través de su medalla.
“En el 2008 no paraba de darle vueltas a realizar un trabajo con la imagen de la Virgen del Pilar, pero era un tema que no me atrevía a tocar. Hasta el 2008, el icono de la Virgen no se había trabajado de una forma moderna, apenas había nada. Llevaba tiempo dándole vueltas, con paseos por la plaza del Pilar, por el Pablo Serrano, y al final, y tras mucho pensarlo, las ideas se concretaron e hice la medalla de la virgen, a la que la llamé de la Hispanidad, porque lleva el plano de todos los países de habla española”. Precisamente, en 2008 Fernando abrió su primera tienda en Puerta Cinegia, un auténtico “pelotazo por la cantidad de gente que empezó a conocerme”.
Y desde 2021, con dos crisis a sus espaldas (la de 2008, y la provocada por la pandemia), Fernando tiene un precioso taller en el número 21 de la calle Rufas, que bien podría estar situado en un barrio de moda de Londres o de Berlín. En este local, “yo atiendo personalmente a mis clientes, porque creo que es un plus y algo que me diferencia”. Desde allí, hago restauración de piezas antiguas, reforma y rehabilitación de joyas no tan antiguas, o incluso modernas, y por supuesto, diseño de joyas en plata y oro. Además, últimamente, y forzado por amigos y clientes, también hago decoración y diseño de piezas de mobiliario”.
El taller de la calle Rufas se abrió en un momento complicado. “En 2020, en plena pandemia, tuvimos que parar el proyecto porque en marzo llegó el confinamiento y nos encerraron en casa”, recuerda Begoña.
“Cuando salimos del confinamiento hice la pequeña reforma que requería el local, fue muy estresante porque fueron meses muy complicados. Pero desde que abrimos, pese a que la situación es complicada por la pandemia, tenemos la sensación de estar en el sitio que queremos estar en el momento en el que queremos estar. Estoy muy contento de que cuando la gente entra a mi taller, sea quien sea, entra a mi mundo. Realmente, que los clientes entren en mi mundo facilita mucho las cosas, porque ayuda a que comprendan como trabajo, mi filosofía…”
“Me encanta que venga gente de grandes ciudades, y que me digan que es un local muy especial que podría estar en cualquier gran capital. O que a raíz de la colección de joyas que estoy creando junto a Pedro Andreu, batería de Héroes del Silencio, venga gente que es fan de este grupo, y me digan que vaya local chulo”.Fernando, único artesano de Aragón, que ha ganado las dos categorías que había en origen de la Asociación de Artesanos de Aragón, pieza única, y pieza de artesanía.
EL RINCÓN, Y LA PIEZA FAVORITA
Con el café, llega el momento de preguntar por el rincón favorito de la casa. Ese lugar en el que pasan más horas, o en el que están más a gusto. Y Fernando lo tiene muy claro, la zona de comedor, ya que “nos gusta recibir, nos encanta que vengan amigos”. “Hemos pasado muchos buenos momentos en este rincón, y luego, es que nos gusta estar sentados aquí en la mesa, viendo la amplitud del salón”, confirma Begoña.
También tienen claro que pasan “ratos muy buenos arriba, viendo la tele en familia”. Fernando, no se olvida de uno de sus momentos favoritos: “quizás añadiría el dormitorio, porque me gusta mucho el rato de leer en la cama. El momento lectura me encanta. Estar leyendo, y que venga una de las niñas con un libro y se ponga a leer al lado, eso es delicioso, espectacular”.
Respecto a la pieza favorita, y tras meditar unos segundos, Fernando explica que “con todo lo zarriero que soy, tenemos claro que no nos hace falta nada, teniendo a la familia y a los amigos, lo tenemos todo”. En esta idea, abunda también Begoña: “Sin duda, más que una pieza especial, me llevo las personas, a la gente que ha estado aquí, los buenos momentos que hemos vivido… Hay que tener claro que todo lo físico es efímero, y que lo realmente importa son las personas. Desde que nosotros comprendimos eso, somos mucho más felices”.
Para terminar, me quedo con una afirmación de Fernando que comparto 100%: Las casas son una acumulación de momentos vividos. Hay casas que pueden ser carísimas, y estar montadas a todo trapo, pero que no tienen alma por esa frialdad que transmiten al no ser no ser casas vividas.
Fernando, Begoña, muchas gracias por abrirnos las puertas de vuestra casa y dejarnos asomarnos un poco a vuestra vida.