Mi historia

Aunque podría parecer fácil que alguien proviniendo de una familia con tradición de casi un siglo en el mundo de la platería y la orfebrería, no terminara dedicándose al mismo oficio que sus mayores, la providencia dicta sus propios caminos y  la realidad fue más compleja. Finalmente, resultó algo más complicado encontrar mi propio camino. 

En este encuentro de la vocación, fueron claves, tanto el salir de mi entorno familiar y de Valencia, mi ciudad natal, como  el encuentro con la que en el futuro seria mi mujer, y su ciudad natal Zaragoza, donde finalmente nos estableceríamos.

 Mis recuerdos de infancia están inevitablemente ligados a juegos infantiles entre máquinas llenas de palancas que poder accionar, en salas repletas de ellas, donde por ejemplo poder imaginar que uno estaba en un submarino en plena inmersión, o infinidad de escondrijos llenos de cachivaches llamativos que más tarde conocería como “modelaje”.

Acudir los sábados a última hora de la mañana, ya de pequeño,  y colaborar en la limpieza semanal del taller para poder tener después nuestra “propina”fue quizá, la primera enseñanza que recibimos en casa todos los hermanos, el consabido “Quien no trabaja, no tiene dinero” que tan básico resulta en cualquier empresa familiar. Y efectivamente, si no trabajabas no había paga (o al menos esta era mucho menor).

Hay más recuerdos de vacaciones, veranos y temporadas donde era necesario una ayuda extra para terminar piezas especialmente voluminosas o complejas, y donde siempre que acudías te encontraban el sitio adecuado para que “fueras útil” mientras aprendías.

 

Horas de observación del trabajo de los maestros artesanos del taller que en aquel momento te parecían casi “magos” por lo que podían hacer con sus manos, ayudar sujetando una pieza mientras se cincelaba delicadamente sobre un tax, o picar un plomo para alisarlo fueron esos primeros trabajos donde invariablemente aunque quisieras hacer más cosas siempre escuchabas…: «Primero fíjate bien como se hace”

  A este fijarse bien  como se hacía, le seguía con el tiempo la “practica activa”, el tratar de imitar lo que veías y tratar de hacerlo bien desde el principio. Repetir la misma acción una y otra vez hasta lograr hacerlo como un profesional, porque es verdad aquello de que  “la práctica hace al maestro”.

Y después “sufrir” una adolescencia en la que lo único que tienes claro es el pensamiento de huir de todo lo familiar, pero tener la enorme suerte de que las circunstancias hagan, que después de salir de casa, y ver un poco de mundo, trabajando en muchos sitios, conociendo a mucha gente y pasado el tiempo madurando, darte cuenta que hay algo en el fondo de todos esos trabajos que has hecho que no te llena.

 Y con otra vuelta del destino llegar al año 1999 en el que finalmente comienza mi historia como Orfebre, arrancando en Zaragoza y con 0 clientes.

Desde ese momento mi vida como orfebre a la que poco a poco fui añadiendo las facetas de joyero, mas tarde diseñador y por ultimo interiorista, han respondido al clásico factor de “adaptación al entorno” que me ha dado un mantra o Leitotiv vital:  ¡Hacer de la necesidad Virtud!… y sobretodo una rebeldía de hacer aquello que no existe, que no se encuentra o simplemente que no está visto. Huyo de las modas pese a que siempre  me fijo en las tendencias.

 

orfebreria autor zaragoza

Y todo esto no habría sido posible sin el constante apoyo de mi mujer (mi musa),  sin la colaboración  de grandes amigos y profesionales de distintos ámbitos que he ido encontrando por el camino, a los que no les importa “salir de su circulo de confort” profesional cuando les propongo proyectos distintos, y sobretodo de mis clientes gracias a los cuales puedo dedicar mi vida a esto.

Es una suerte poder transformar el objeto imaginado en algo real y tangible.